miércoles, 29 de agosto de 2018


LA ETERNIDAD


Patricio Valdés Marín


La desventaja insalvable para comprender la eternidad es que todo nuestro conocimiento natural proviene del universo y no tenemos acceso a tener otro tipo de experiencias durante la vida, excepto en raras manifestaciones llamadas “experiencias cercanas a la muerte”, “experiencias fuera del cuerpo” y “espiritismo”, que otras personas atestiguan haber tenido. Nadie, ni en las experiencias cercanas a la muerte, ha traspasado el umbral de la eternidad y ha vuelto a la vida. Justo antes, aunque experimente la dicha más grande y desee permanecer en el más allá, él es ordenado a retornar al mundo. Pero cuando nuestro cuerpo muere, nosotros dejamos de pertenecer al universo y pasamos indefectiblemente a la eternidad.

Sin embargo, podemos postular la idea de eternidad por cuanto el universo no se puede explicar por sí mismo, ni por lo que existe fuera, antes, después ni el propósito del mismo. La idea de “eternidad” no proviene de un conocimiento natural, sino de extremar la idea de universo hasta el límite de lo posible, por lo cual siempre resultará en un concepto bastante confuso. Si se desea profundizar en la idea de eternidad, esta dependencia obliga a precisar mejor la idea de universo. Para ello, será necesario recurrir al valioso conocimiento que la ciencia moderna ha aportado y también a especulaciones lógicas.


El universo


            El universo es todo lo que nos rodea y del cual formamos parte. Conforma la realidad sensible y nuestros sentidos de percepción emergieron justamente para poder conocer mejor esta realidad. Además, nos valemos de instrumentos diversos para observar el universo cuando nuestros sentidos son insuficientes. Desde muy antiguo los seres humanos hemos querido conocer más de esta realidad que permanentemente nos afecta y comprobar hasta qué punto podemos controlarla y dominarla. Muchas teorías cosmológicas han surgido en esta empresa. Pero sólo con la aparición de la ciencia ha aparecido el embrión de un conocimiento comprensivo y cierto que nos permite ahora determinar con mayor precisión una cantidad de parámetros.

El universo es enorme y se ha ido expandiendo a la velocidad de la luz desde su nacimiento. Tiene un radio igual a trece mil setecientos millones de años, multiplicado por la velocidad de la luz. Engloba unas cien mil millones de galaxias, cada una conteniendo unas cien mil millones de estrellas en promedio. Surgió en un instante, que los cosmólogos llaman “big bang”, hace trece mil setecientos millones de años atrás, en punto sin dimensiones que contenía energía infinita, la misma que ahora aquél contiene. Es de causalidad y se reduce en último término a energía. Ésta comprende el código maestro de leyes naturales y universales para el despliegue y evolución de aquél.

            Ocurrió en su inicio, en el mismo instante del big bang una ‘parte’, aún así infinita, de la energía fue cuantificada. Cambió del estado primigenio a energía granulada o reticulada y fue convertida en fotones. El fotón es una partícula fundamental que no tiene masa, se mueve a la velocidad de la luz, se comporta como onda y corpúsculo y es el origen de la masa, la carga eléctrica, el campo electromagnético, el campo gravitatorio, las demás partículas fundamentales y las cuatro fuerzas fundamentales. A través del fotón la energía se transformó en materia y la interacción de las partículas generó el tiempo y el espacio. La interacción es la base del proceso que tiene como dirección del universo la evolución de la materia.

            Más que movimiento, cambio o transformación, el universo es una máquina que transforma su expansión en la estructuración de la materia en escalas progresivas de complejidad a partir de las partículas fundamentales. El tiempo y el espacio son generados por la cuantificación de la energía que puso en movimiento los procesos. El espacio está relacionado con la extensión del proceso y el tiempo con su duración. Apenas empezó a descender la inmensa temperatura inicial a causa de la expansión del universo, los fotones formaron bosones. Posteriormente, éstos integraron quarks, los que constituyeron hadrones. Los hadrones compusieron los átomos, que conformaron las moléculas. Así, la evolución de la materia prosiguió a través de sucesivas escalas de mayor complejidad y funcionalidad e infinitos procesos hasta engendrar al ser humano. Hasta donde podemos saber, éste es ahora el máximo exponente de la evolución de la materia, por cuanto ha llegado a ser sujeto de acciones intencionales libres que tienen como fundamentos el pensamiento lógico y abstracto. Su conciencia transforma la energía cuántica en energía psíquica o espiritual, que es subsistente  a la muerte.


La eternidad


Las reflexiones que siguen son especulaciones lógicas que naturalmente no tienen la certeza de la ciencia empírica, aunque uno desearía que representaran con cierta probabilidad de verdad la realidad de la eternidad. Me he apoyado en testimonios de experiencias cercanas a la muerte recopilados y publicados en http://www.nderf.org/index.htm. A pesar de la incertidumbre y las dudas del tema a tratar, usaré verbos indicativos y no subjuntivos.

La eternidad es muy distinta del universo. El universo surge y depende de la eternidad de manera similar a como la música es dirigida y sigue la partitura de un mismo autor. Todo lo que nos es natural en este universo es incompatible con la eternidad. Mientras en el universo la existencia de cada persona, animal o cosa ocurre en el tiempo presente, que está relacionado con el pasado y el futuro, en la eternidad la existencia ocurre en una actualidad que incluye el pasado y el futuro simultáneamente. En el universo se desarrollan infinitos procesos, el presente es efecto de causas del pasado y cualquier cosa es actualmente causa de efectos para el futuro, en la eternidad todo es actual, pues allí no existe el tiempo ni tampoco la causalidad. En la eternidad tampoco existe el espacio, ya que allí no hay cosas materiales que interactúen. Así, en el universo las cosas, incluidas los seres humanos existen con peso, volumen, densidad y temperatura, en cambio en la eternidad las almas existen en su conciencia y plenamente comunicadas.

Lo que existe en la eternidad no es la materia ni la energía cuantificada, sino la energía primigenia u original. Ella es primigenia porque es fundamento del universo y es naturalmente anterior a éste. Ella no posee ni tiempo ni espacio como tampoco volumen ni peso. La energía, en el término más genérico, es un principio de actividad y no es ni una cosa, una sustancia ni tampoco un fluido. En síntesis la energía es la realización del poder de Dios o lo que cada uno entiende por Dios; y la eternidad, más que ser la residencia de Dios, es Dios mismo.

Dios acoge en la eternidad a las almas humanas cuando el individuo humano muere. El alma surge en el ser humano como reflejo de sus acciones intencionales y se va estructurando cuando él, en su conciencia profunda, transforma la energía cuántica del universo en energía psíquica. Ella subsiste a la muerte corpórea de un individuo. La energía no existe por sí misma, sino que tiene que estar contenida y en el universo está comprendida ya sea como masa o como carga eléctrica. En la persona, la energía psíquica surge de la energía cuántica de su sistema nervioso central. Cuando el cuerpo muere, el alma queda sin su contenedor natural del cuerpo y debe buscar necesariamente ser contenida. Algunas veces el alma de un difunto, que no quiere encontrar a Dios en la eternidad, se posesiona de algún lugar o incluso de un ser humano, como el caso de  los endemoniados, como contenedor del que obtener la energía para manifestarse y pervivir en el universo.

            Aunque Dios acoge a todas las almas en la eternidad, no todas las almas se benefician de la presencia de Dios. Cada alma se enjuicia sí misma justo antes de traspasar el umbral de la eternidad y una cantidad se condena a sí misma y se mantiene alejada de Dios, generando su propio infierno personal. La balanza mide esencialmente el amor y la justicia de las acciones intencionales durante la vida, cuando el individuo humano ejercía su libertad. Esta medición de la acción es puramente del aspecto moral, cuando ha existido deliberación e intención previa a la acción.


La existencia del alma en la eternidad


            El cuerpo mortal del ser humano ha sido el producto de una larga evolución y emergió hace aproximadamente 120 mil años atrás. Según la clasificación de Carolus Linnaeus, el padre de la taxonomía, el ser humano pertenece a la especie humana, que es miembro del género homo, de la familia de los homínidos, del orden de los primates, de la clase de los mamíferos, del filo de los cordados y del reino animal. Aunque animal, el ser humano se diferencia de todos los seres del universo porque es capaz de acciones intencionales, por lo que éstas son morales y él se hace responsable por éstas. Estas acciones presuponen el pensamiento abstracto y lógico. Ellas generan el alma inmortal.  El alma del ser humano es la persona en su integridad. El ser humano es, más de un animal racional, un animal transcendente y la vida es el medio para llegar a la eternidad. El alma eterna, sin principio ni fin, fue una elucubración de Platón para encuadrar su idealista sistema epistemológico.

            Con la muerte el alma se separa definitivamente del cuerpo. Cuando muere, el cuerpo está destinado a corromperse y desintegrarse en sus componentes atómicos y moleculares. La muerte del cuerpo sigue el proceso natural de todo organismo biológico de desestructuración final cuando falla alguna de sus unidades vitales o se acumulan muchos fallos menores. La resurrección del cuerpo es un mito que nos viene de la época faraónica y no es sustentable, ya que el cuerpo está sujeto a la termodinámica y requiere ingerir energía de fuentes biológicas para subsistir, perpetuando las condiciones del universo. El alma se dirige a la eternidad y no se lleva nada del cuerpo, como los instintos, los sentidos de percepción, las emociones, el temperamento, el género, las necesidades que satisfacer permanentemente, su crecimiento y degradación. En la eternidad de nada sirven las riquezas atesoradas, los conocimientos tan arduamente adquiridos, la imagen de sí para los demás, tan trabajosamente elaborada y, a la vez, tan falsa y vana.

            El alma tampoco se lleva a la eternidad la autodeterminación que ejerció en vida. La libertad surgió como una ventaja evolutiva, puesto que posibilita mayor adaptabilidad, plasticidad y eficiencia que el puro instinto. La ideología liberal la pregona por su capacidad para elegir entre alternativas que se ofrecen en el mercado, sin considerar que también los animales poseen dicha capacidad hasta cierto punto. Desde el punto de vista de la transcendencia la libertad es funcional para una vida meritoria para la eternidad a través de las acciones intencionales. La libertad es acción en las tres instancias de la conciencia. En lo intelectual la libertad se ejerce para buscar la verdad, superar la ignorancia y, sobre todo, los prejuicios y obtener, no tanto información y conocimiento, sino sabiduría. En lo afectivo la libertad se ejerce para superar el miedo, la angustia y el sufrimiento. En el plano de la efectividad, que es propiamente el de la acción intencional, la libertad se ejerce desde la perspectiva moral, no tanto para buscar el bien y evitar el mal, que no son fuerzas, seres o estados objetivos, sino para superar el odio y conseguir amar. La efectividad humana se caracteriza porque primeramente es volitiva, es decir, tal como un animal, el ser humano desea y quiere objetos que pueden satisfacer sus necesidades. Pero su acción no se ejecuta inmediatamente. Para determinar el cuso de acción él auto-determina racionalmente sus opciones o alternativas mediante la deliberación.

La libertad, que es la capacidad para sortear los obstáculos que se interponen en el camino para lograr un objetivo, demanda responsabilidad. La acción intencional tiene por tanto tres momentos para ser enjuiciada: antes de la acción es enjuiciada por la norma moral, que es subjetiva y merece el juicio personal de la propia conciencia; la ejecución de la acción puede ser enjuiciada por la norma jurídica, suponiendo la existencia de una intención; por último, el efecto social-cultural de la acción puede ser enjui­ciada por la norma ética. La satisfacción exclusiva del instinto de supervivencia puede acarrear la perdición de una persona en su proyecto transcendente. La libertad es fundamental en la relación personal con Dios en este mundo. Un esclavo puede no tener externamente ninguna libertad; sin embargo, internamente su conciencia es libre aunque su acción intencional no pueda realizarse plenamente. Dios es omnisciente y sabe de antemano la intencionalidad de cada persona, pero la persona misma es libre y responsable por sus acciones, por lo que no puede haber predestinación, sino campo para ejercer la libertad. El accionar de la libertad que permite la conciencia de sí conduce al desarrollo de la conciencia profunda, que es el máximo estado en la existencia humana en su etapa corporal o terrenal, siendo entonces la libertad una bisagra entre ambos tipos de conciencia.

            Considerando que en la eternidad no existe el tiempo, el conocimiento del alma depende hacia dónde la intención de su conciencia enfoca su interés. En cuanto a la afectividad, el alma tiene dos tipos de sentimientos básicos. Frente a Dios, su conciencia es su mejor juez sobre los actos de amor y justicia realizados durante su vida por los que debe responder y la condena es una mayor o menor intimidad con Dios de la cual deriva una mayor felicidad o un mayor sufrimiento. El segundo sentimiento es comprender verdaderamente el amor divino. Respecto a la voluntad, ésta fue funcional en el universo de causalidad cuando tuvo que ejercerla para auto-determinarse.

En la famosa frase sobre los derechos fundamentales, “La vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad” de la Declaración de la Independencia de los Estados Unidos su redactor, Thomas Jefferson, obtuvo primeramente la idea de felicidad de Thomas Hobbes y la incluyó en vez de la idea de propiedad, que provenía de John Locke. Con el tiempo la idea de la búsqueda de la felicidad se ha ido haciendo popular en todo el mundo. Sin embargo, ésta no es verdaderamente el objeto de la vida, ya que, al no poderse llevar a cabo, conduce normalmente a la angustia, la frustración y la desesperanza. Desde entonces todo el mundo ha ido olvidando simultáneamente que la enseñanza del Evangelio de Jesús, que es amar y ser justo, es el objeto de la vida. Amar es dar lo que el prójimo necesita. Ser justo es dar lo que al prójimo le corresponde. La felicidad es un profundo anhelo humano y el alma siente un completo vacío que no lo puede llenar ninguna ilusión, sino sólo el amor. La verdadera felicidad se obtiene en la eternidad, donde existe plenamente, dependiendo de si en vida la persona tuvo amor y fue justa con el prójimo.

            Sin el cuerpo el alma tiene maneras de comunicarse. Los testimonios de experiencias fuera del cuerpo (por ejemplo, https://lukranaxem.files.wordpress.com/2009/08/aventuras-fuera-del-cuerpo-buhlman-william.pdf) revelan que el alma tiene visión de 360º, puede atravesar muros de hormigón como si fueran de aire, tiene voluntad para clarificar la visión y  desplazarse donde decide en instantes, incluso a planetas, se comunica telepáticamente, pero no puede afectar las cosas materiales. El alma sigue ligada al cuerpo por un invisible “cordón de plata”, mientras éste se encuentra en reposo, como dormido y se vuelve a reunir con éste en un instante si éste está necesitado o aquella se atemoriza.

            Sin que la mayoría de la gente haya podido tener una experiencia mística con Dios en la vida, nos resulta muy difícil comprender el sublime éxtasis que debe ocurrir en una persona estar en su presencia. Es muy difícil salirse de imágenes de almas vestidas de blanco y tocando el laúd una suave música sobre una nube blanca de un cielo azul y describir realmente la eternidad. Considerando que en la eternidad la presencia de Dios es inmediata, el sentimiento de ser amado y feliz será supremo. Numerosos testigos de experiencias cercanas a la muerte declaran haberse sentido invadidos por el amor más grande que hayan experimentado jamás y no querían que esta experiencia se acabara.

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