LA ETERNIDAD
Patricio Valdés Marín
La desventaja
insalvable para comprender la eternidad es que todo nuestro conocimiento
natural proviene del universo y no tenemos acceso a tener otro tipo de
experiencias durante la vida, excepto en raras manifestaciones llamadas
“experiencias cercanas a la muerte”, “experiencias fuera del cuerpo” y
“espiritismo”, que otras personas atestiguan haber tenido. Nadie, ni en las experiencias
cercanas a la muerte, ha traspasado el umbral de la eternidad y ha vuelto a la
vida. Justo antes, aunque experimente la dicha más grande y desee permanecer en
el más allá, él es ordenado a retornar al mundo. Pero cuando nuestro cuerpo
muere, nosotros dejamos de pertenecer al universo y pasamos indefectiblemente a
la eternidad.
Sin embargo,
podemos postular la idea de eternidad por cuanto el universo no se puede
explicar por sí mismo, ni por lo que existe fuera, antes, después ni el
propósito del mismo. La idea de “eternidad” no proviene de un conocimiento
natural, sino de extremar la idea de universo hasta el límite de lo posible,
por lo cual siempre resultará en un concepto bastante confuso. Si se desea
profundizar en la idea de eternidad, esta dependencia obliga a precisar mejor
la idea de universo. Para ello, será necesario recurrir al valioso conocimiento
que la ciencia moderna ha aportado y también a especulaciones lógicas.
El universo
El universo es todo lo que nos rodea
y del cual formamos parte. Conforma la realidad sensible y nuestros sentidos de
percepción emergieron justamente para poder conocer mejor esta realidad.
Además, nos valemos de instrumentos diversos para observar el universo cuando
nuestros sentidos son insuficientes. Desde muy antiguo los seres humanos hemos
querido conocer más de esta realidad que permanentemente nos afecta y comprobar
hasta qué punto podemos controlarla y dominarla. Muchas teorías cosmológicas
han surgido en esta empresa. Pero sólo con la aparición de la ciencia ha
aparecido el embrión de un conocimiento comprensivo y cierto que nos permite
ahora determinar con mayor precisión una cantidad de parámetros.
El universo es
enorme y se ha ido expandiendo a la velocidad de la luz desde su nacimiento.
Tiene un radio igual a trece mil setecientos millones de años, multiplicado por
la velocidad de la luz. Engloba unas cien mil millones de galaxias, cada una
conteniendo unas cien mil millones de estrellas en promedio. Surgió en un
instante, que los cosmólogos llaman “big bang”, hace trece mil setecientos
millones de años atrás, en punto sin dimensiones que contenía energía infinita,
la misma que ahora aquél contiene. Es de causalidad y se reduce en último
término a energía. Ésta comprende el código maestro de leyes naturales y
universales para el despliegue y evolución de aquél.
Ocurrió
en su inicio, en el mismo instante del big bang una ‘parte’, aún así infinita,
de la energía fue cuantificada. Cambió del estado primigenio a energía
granulada o reticulada y fue convertida en fotones. El fotón es una partícula
fundamental que no tiene masa, se mueve a la velocidad de la luz, se comporta
como onda y corpúsculo y es el origen de la masa, la carga eléctrica, el campo
electromagnético, el campo gravitatorio, las demás partículas fundamentales y
las cuatro fuerzas fundamentales. A través del fotón la energía se transformó
en materia y la interacción de las partículas generó el tiempo y el espacio. La
interacción es la base del proceso que tiene como dirección del universo la
evolución de la materia.
Más
que movimiento, cambio o transformación, el universo es una máquina que
transforma su expansión en la estructuración de la materia en escalas
progresivas de complejidad a partir de las partículas fundamentales. El tiempo
y el espacio son generados por la cuantificación de la energía que puso en
movimiento los procesos. El espacio está relacionado con la extensión del
proceso y el tiempo con su duración. Apenas empezó a descender la inmensa
temperatura inicial a causa de la expansión del universo, los fotones formaron
bosones. Posteriormente, éstos integraron quarks, los que constituyeron
hadrones. Los hadrones compusieron los átomos, que conformaron las moléculas.
Así, la evolución de la materia prosiguió a través de sucesivas escalas de
mayor complejidad y funcionalidad e infinitos procesos hasta engendrar al ser
humano. Hasta donde podemos saber, éste es ahora el máximo exponente de la
evolución de la materia, por cuanto ha llegado a ser sujeto de acciones
intencionales libres que tienen como fundamentos el pensamiento lógico y
abstracto. Su conciencia transforma la energía cuántica en energía psíquica o
espiritual, que es subsistente a la
muerte.
La eternidad
Las reflexiones que
siguen son especulaciones lógicas que naturalmente no tienen la certeza de la
ciencia empírica, aunque uno desearía que representaran con cierta probabilidad
de verdad la realidad de la eternidad. Me he apoyado en testimonios de
experiencias cercanas a la muerte recopilados y publicados en http://www.nderf.org/index.htm. A pesar de la incertidumbre y las dudas del tema a tratar, usaré
verbos indicativos y no subjuntivos.
La eternidad es muy
distinta del universo. El universo surge y depende de la eternidad de manera
similar a como la música es dirigida y sigue la partitura de un mismo autor.
Todo lo que nos es natural en este universo es incompatible con la eternidad. Mientras
en el universo la existencia de cada persona, animal o cosa ocurre en el tiempo
presente, que está relacionado con el pasado y el futuro, en la eternidad la
existencia ocurre en una actualidad que incluye el pasado y el futuro
simultáneamente. En el universo se desarrollan infinitos procesos, el presente
es efecto de causas del pasado y cualquier cosa es actualmente causa de efectos
para el futuro, en la eternidad todo es actual, pues allí no existe el tiempo
ni tampoco la causalidad. En la eternidad tampoco existe el espacio, ya que
allí no hay cosas materiales que interactúen. Así, en el universo las cosas,
incluidas los seres humanos existen con peso, volumen, densidad y temperatura,
en cambio en la eternidad las almas existen en su conciencia y plenamente
comunicadas.
Lo que existe en la
eternidad no es la materia ni la energía cuantificada, sino la energía
primigenia u original. Ella es primigenia porque es fundamento del universo y es
naturalmente anterior a éste. Ella no posee ni tiempo ni espacio como tampoco volumen
ni peso. La energía, en el término más genérico, es un principio de actividad y
no es ni una cosa, una sustancia ni tampoco un fluido. En síntesis la energía es la realización del poder
de Dios o lo que cada uno entiende por Dios; y la eternidad, más que ser la residencia de Dios, es
Dios mismo.
Dios acoge en la
eternidad a las almas humanas cuando el individuo humano muere. El alma surge
en el ser humano como reflejo de sus acciones intencionales y se va
estructurando cuando él, en su conciencia profunda, transforma la energía
cuántica del universo en energía psíquica. Ella subsiste a la
muerte corpórea de un individuo. La energía
no existe por sí misma, sino que tiene que estar contenida y en el universo
está comprendida ya sea como masa o como carga eléctrica. En la persona, la
energía psíquica surge de la energía cuántica de su sistema nervioso central.
Cuando el cuerpo muere, el alma queda sin su contenedor natural del cuerpo y
debe buscar necesariamente ser contenida. Algunas veces el alma de un difunto,
que no quiere encontrar a Dios en la eternidad, se posesiona de algún lugar o
incluso de un ser humano, como el caso de
los endemoniados, como contenedor del que obtener la energía para
manifestarse y pervivir en el universo.
Aunque
Dios acoge a todas las almas en la eternidad, no todas las almas se benefician
de la presencia de Dios. Cada alma se enjuicia sí misma justo antes de
traspasar el umbral de la eternidad y una cantidad se condena a sí misma y se
mantiene alejada de Dios, generando su propio infierno personal. La balanza
mide esencialmente el amor y la justicia de las acciones intencionales durante
la vida, cuando el individuo humano ejercía su libertad. Esta medición de la
acción es puramente del aspecto moral, cuando ha existido deliberación e
intención previa a la acción.
La existencia del alma en la eternidad
El
cuerpo mortal del ser humano ha sido el producto de una larga evolución y
emergió hace aproximadamente 120 mil años atrás. Según la clasificación de
Carolus Linnaeus, el padre de la taxonomía, el ser humano pertenece a la
especie humana, que es miembro del género homo, de la familia de los homínidos,
del orden de los primates, de la clase de los mamíferos, del filo de los
cordados y del reino animal. Aunque animal, el ser humano se diferencia de
todos los seres del universo porque es capaz de acciones intencionales, por lo
que éstas son morales y él se hace responsable por éstas. Estas acciones
presuponen el pensamiento abstracto y lógico. Ellas generan el alma inmortal. El alma del ser humano es la persona en su
integridad. El ser humano es, más de un animal racional, un animal
transcendente y la vida es el medio para llegar a la eternidad. El alma eterna,
sin principio ni fin, fue una elucubración de Platón para encuadrar su
idealista sistema epistemológico.
Con
la muerte el alma se separa definitivamente del cuerpo. Cuando muere, el cuerpo
está destinado a corromperse y desintegrarse en sus componentes atómicos y
moleculares. La muerte del cuerpo sigue el proceso natural de todo organismo
biológico de desestructuración final cuando falla alguna de sus unidades
vitales o se acumulan muchos fallos menores. La resurrección del cuerpo es un
mito que nos viene de la época faraónica y no es sustentable, ya que el cuerpo
está sujeto a la termodinámica y requiere ingerir energía de fuentes biológicas
para subsistir, perpetuando las condiciones del universo. El alma se dirige a
la eternidad y no se lleva nada del cuerpo, como los instintos, los sentidos de
percepción, las emociones, el temperamento, el género, las necesidades que
satisfacer permanentemente, su crecimiento y degradación. En la eternidad de
nada sirven las riquezas atesoradas, los conocimientos tan arduamente
adquiridos, la imagen de sí para los demás, tan trabajosamente elaborada y, a
la vez, tan falsa y vana.
El
alma tampoco se lleva a la eternidad la autodeterminación que ejerció en vida.
La libertad surgió como una ventaja evolutiva, puesto que posibilita mayor
adaptabilidad, plasticidad y eficiencia que el puro instinto. La ideología
liberal la pregona por su capacidad para elegir entre alternativas que se
ofrecen en el mercado, sin considerar que también los animales poseen dicha
capacidad hasta cierto punto. Desde el punto de vista de la transcendencia la
libertad es funcional para una vida meritoria para la eternidad a través de las
acciones intencionales. La libertad es acción en las tres instancias
de la conciencia. En lo intelectual la libertad se ejerce para buscar la
verdad, superar la ignorancia y, sobre todo, los prejuicios y obtener, no tanto
información y conocimiento, sino sabiduría. En lo afectivo la libertad se
ejerce para superar el miedo, la angustia y el sufrimiento. En el plano de la
efectividad, que es propiamente el de la acción intencional, la libertad se
ejerce desde la perspectiva moral, no tanto para buscar el bien y evitar el
mal, que no son fuerzas, seres o estados objetivos, sino para superar el odio y
conseguir amar. La efectividad humana se caracteriza porque primeramente es
volitiva, es decir, tal como un animal, el ser humano desea y quiere objetos
que pueden satisfacer sus necesidades. Pero su acción no se ejecuta
inmediatamente. Para determinar el cuso de acción él auto-determina
racionalmente sus opciones o alternativas mediante la deliberación.
La libertad, que es la capacidad para sortear los
obstáculos que se interponen en el camino para lograr un objetivo, demanda
responsabilidad. La acción intencional tiene por tanto tres momentos para ser
enjuiciada: antes de la acción es enjuiciada por la norma moral, que es subjetiva y merece el juicio personal
de la propia conciencia; la
ejecución de la acción puede ser
enjuiciada por la norma jurídica, suponiendo la existencia de una
intención; por último, el efecto social-cultural de
la acción
puede ser enjuiciada por la norma
ética.
La satisfacción exclusiva del instinto de supervivencia puede acarrear la
perdición de una persona en su proyecto transcendente. La libertad es
fundamental en la relación personal con Dios en este mundo. Un esclavo puede no
tener externamente ninguna libertad; sin embargo, internamente su conciencia es
libre aunque su acción intencional no pueda realizarse plenamente. Dios es
omnisciente y sabe de antemano la intencionalidad de cada persona, pero la
persona misma es libre y responsable por sus acciones, por lo que no puede
haber predestinación, sino campo para ejercer la libertad. El accionar de la
libertad que permite la conciencia de sí conduce al desarrollo de la conciencia
profunda, que es el máximo estado en la existencia humana en su etapa corporal
o terrenal, siendo entonces la libertad una bisagra entre ambos tipos de
conciencia.
Considerando
que en la eternidad no existe el tiempo, el conocimiento del alma depende hacia
dónde la intención de su conciencia enfoca su interés. En cuanto a la
afectividad, el alma tiene dos tipos de sentimientos básicos. Frente a Dios, su
conciencia es su mejor juez sobre los actos de amor y justicia realizados
durante su vida por los que debe responder y la condena es una mayor o menor
intimidad con Dios de la cual deriva una mayor felicidad o un mayor
sufrimiento. El segundo sentimiento es comprender verdaderamente el amor
divino. Respecto a la voluntad, ésta fue funcional en el universo de causalidad
cuando tuvo que ejercerla para auto-determinarse.
En la famosa frase
sobre los derechos fundamentales, “La vida, la libertad y la búsqueda de la
felicidad” de la Declaración de la Independencia de los Estados Unidos su
redactor, Thomas Jefferson, obtuvo primeramente la idea de felicidad de Thomas
Hobbes y la incluyó en vez de la idea de propiedad, que provenía de John Locke.
Con el tiempo la idea de la búsqueda de la felicidad se ha ido haciendo popular
en todo el mundo. Sin embargo, ésta no es verdaderamente el objeto de la vida,
ya que, al no poderse llevar a cabo, conduce normalmente a la angustia, la
frustración y la desesperanza. Desde entonces todo el mundo ha ido olvidando
simultáneamente que la enseñanza del Evangelio de Jesús, que es amar y ser
justo, es el objeto de la vida. Amar es dar lo que el prójimo necesita. Ser
justo es dar lo que al prójimo le corresponde. La felicidad es un profundo
anhelo humano y el alma siente un completo vacío que no lo puede llenar ninguna
ilusión, sino sólo el amor. La verdadera felicidad se obtiene en la eternidad,
donde existe plenamente, dependiendo de si en vida la persona tuvo amor y fue
justa con el prójimo.
Sin
el cuerpo el alma tiene maneras de comunicarse. Los testimonios de experiencias
fuera del cuerpo (por ejemplo, https://lukranaxem.files.wordpress.com/2009/08/aventuras-fuera-del-cuerpo-buhlman-william.pdf) revelan que el alma tiene visión de 360º, puede
atravesar muros de hormigón como si fueran de aire, tiene voluntad para
clarificar la visión y desplazarse donde
decide en instantes, incluso a planetas, se comunica telepáticamente, pero no
puede afectar las cosas materiales. El alma sigue ligada al cuerpo por un invisible
“cordón de plata”, mientras éste se encuentra en reposo, como dormido y se
vuelve a reunir con éste en un instante si éste está necesitado o aquella se
atemoriza.
Sin
que la mayoría de la gente haya podido tener una experiencia mística con Dios
en la vida, nos resulta muy difícil comprender el sublime éxtasis que debe
ocurrir en una persona estar en su presencia. Es muy difícil salirse de
imágenes de almas vestidas de blanco y tocando el laúd una suave música sobre
una nube blanca de un cielo azul y describir realmente la eternidad.
Considerando que en la eternidad la presencia de Dios es inmediata, el
sentimiento de ser amado y feliz será supremo. Numerosos testigos de
experiencias cercanas a la muerte declaran haberse sentido invadidos por el amor
más grande que hayan experimentado jamás y no querían que esta experiencia se
acabara.